Teorías de la conspiración, ataques bioterroristas, accidentes de laboratorio... Desde hace semanas, el avance de la epidemia de gripe A se ha visto acompañado por una larga serie de especulaciones y teorías, formuladas con más o menos fundamento, sobre las causas que pueden haber provocado la enfermedad.
Desde quienes insinuaron que se trataba de un sofisticado método para atentar contra Obama (que visitaba México al mismo tiempo que surgían los primeros casos) a la más reciente posibilidad, investigada por la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) de que el virus H1N1 hubiera podido «escapar» por error de algún laboratorio de investigación biomédica.
En apenas 24 horas, las que van desde el pasado miércoles al jueves, la OMS pasó de admitir públicamente que estaba investigando esa posible «fuga», a descartarla por completo. La idea, lanzada por el australiano Adrian Gibbs, uno de los científicos que participó en el desarrollo del Tamiflu, apuntaba a que las características del virus permitían suponer que fue cultivado en huevos de gallina, un método muy utilizado para crear nuevas vacunas.
Sin embargo, y después de varios análisis, realizados desde el pasado 9 de mayo, la OMS concluyó que la teoría del australiano no se sustentaba. «Las evidencias más claras apuntan a que el virus se originó en la naturaleza», explicó el propio director de la OMS, Keiji Fukuda, quien no dudó en mostrarse «muy tranquilo porque todas las pruebas realizadas demuestran que el virus no se produjo en un laboratorio», sino de forma natural en un cerdo «porque los genes así lo indican».
Errores y accidentes
Sin embargo, la preocupación inicial de la Organización Mundial de la Salud estuvo más que justificada. De hecho, no sería la primera vez que un error humano hace saltar las alarmas en laboratorios donde se investiga con muestras y animales portadores de bacterias y virus de alto riesgo. Un reciente informe realizado por las autoridades sanitarias de Estados Unidos revela que desde 2003 se han producido más de un centenar de accidentes y pérdidas de muestras de virus y bacterias en diversos laboratorios del planeta. Y con agentes tan peligrosos como el ántrax, el virus de la viruela o el Ébola.
El último de estos accidentes ocurrió en Alemania el pasado mes de abril, en un laboratorio donde se investiga sobre enfermedades tropicales, entre ellas el Ébola, un tipo de fiebre hemorrágica que tarda apenas un día en licuar los órganos internos de los infectados, que fallecen (en casi el 90 por ciento de los casos) como consecuencia de hemorragias internas generalizadas.
El «escape» causó la infección de una de las trabajadoras del Instituto de Medicina Tropical Bernard Nocht, con sede en Hamburgo, que empezó a mostrar los síntomas. La situación pudo, sin embargo, ser reconducida gracias al uso de una vacuna en fase experimental producida en Canadá.
Operación relámpago
A petición de los médicos alemanes, el laboratorio canadiense envió de inmediato la vacuna. La paciente se convirtió así en el primer ser humano en probarla. La operación se realizó en el transcurso de unas pocas horas y con la máxima discrección. «Fue una situación ciertamente inusual, pero pensamos que de ese modo había una posibilidad de salvar una vida», asegura Frank Plummer, director del Laboratorio Nacional de Canadá.
Y no es el único caso. El virus del Ébola se ha cobrado en los últimos cinco años la vida de varios investigadores que se pincharon sin querer con agujas infectadas o fueron víctimas de otros accidentes. En algunos de esos casos, la situación llegó a ser lo bastante grave como para causar víctimas incluso fuera del personal del laboratorio.
Cada año, muchos hospitales y universidades de Estados Unidos deben hacer frente a graves reclamaciones por toda clase de heridas, lesiones y quemaduras provocadas, también, por toda clase de incidentes, que abarcan desde paquetes que se abren, muestras que se pierden o fallos eléctricos que causan la pérdida de las condiciones de aislamiento. Aunque existen leyes que regulan las precauciones necesarias y los protocolos a seguir cuando se manipulan virus o agentes peligrosos, lo cierto es que no existe regulación capaz de poner a salvo, siempre, a investigadores y ciudadanos de un eventual error humano.
Bioterrorismo y ántrax
Los accidentes de laboratorio más impactantes de los últimos años en Estados Unidos han estado relacionados con el ántrax. En junio de 2004 por lo menos siete trabajadores de un laboratorio de investigación en Oakland, California, quedaron inadvertidamente expuestos a muestras de la mortal bacteria. Sólo diez meses antes, y también en Oakland, se mandaron por error muestras vivas a un hospital para niños. En 2002 se infectó un científico que cooperaba en la investigación de posibles bioataques terroristas contra Estados Unidos.
Al final de la escalada del miedo está siempre el temor a que virus y bacterias no se escapen de los laboratorios por accidente, sino que alguien los saque intencionadamente de allí. En otro famoso caso relacionado con el ántrax, llegó a suicidarse un científico al que se estaba investigando, supuestamente por enviar cartas contaminadas con la bacteria, no tanto con ánimo de hacer daño como de extender la psicosis y asegurarse el interés público por su trabajo.
Con respecto al H1N1, quizá el accidente más serio del que se tiene noticia se produjo a mediados de los setenta del pasado siglo. Tras la epidemia de 1957, en efecto, el virus desapareció por completo... hasta su súbita reaparición en 1977. La cepa aislada entonces resultó ser idéntica a la obtenida en 1950. Evidentemente, el virus no pudo estar circulando libremente durante 27 años sin sufrir alteraciones, por lo que la opinión más extendida, aunque nunca admitida oficialmente, fue que, de alguna manera, logró «escapar» de un laboratorio.
J. M. NIEVES/A. GRAU | MADRID / NUEVA YORK . abc.es
J. M. NIEVES/A. GRAU | MADRID / NUEVA YORK . abc.es
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