Horrorizado por lo que vio, escribió un libro sobre sus experiencias, que tituló "Un souvenir de Solferino" ("Memorias de Solferino").Henri Dunant definitivamente era un visionario, fue el hombre adecuado para el momento
“Austríacos y aliados se pisotean, se matan unos a otros sobre cadáveres que sangran, intercambian contundentes culatazos, se destrozan el cráneo, se destripan a sablazos o bayonetazos; ya no hay cuartel, es una matanza”, escribió.Al final de la batalla, los austríacos fueron derrotados y 40.000 soldados yacían muertos o heridos.
Dunant observó -y después relató- que casi no recibían ayuda."Hombres de todas las naciones yacían juntos a las puertas de las iglesias de Castiglione: franceses y árabes, alemanes y eslavos", relató."'Señor, ¡me duele tanto!' me imploraban varios de estos pobres infelices, '¡nos abandonan, nos dejan que muramos miserablemente, aunque hayamos luchado tan duramente!'", añadió.
Héroe insospechado
Hijo de una familia ginebrina adinerada, le fue tan mal en el colegio que tuvo que aceptar un trabajo en una firma de cambio de dinero.En sus 20, decidió hacer una carrera empresarial y trabajó en una firma colonial que tenía negocios en el norte de África. Fue testigo de Solferino porque tenía una cita para discutir sobre derechos de agua con Napoleón III.
Los ideales humanitarios de Dunant pronto recabaron apoyos.En 1864, un total de 16 países firmaron la primera Convención de Ginebra.Ésta estableció protección contra ataques para hospitales y personal médico que estuviese tratando a los heridos; dispuso que los soldados heridos deben de ser tratados de forma igualitaria y creó la cruz roja sobre fondo blanco como símbolo de la ayuda humanitaria.
"Creo que Henri Dunant definitivamente era un visionario", afirmó François Bugnion, historiador del CICR."Fue el hombre adecuado para el momento. Y lo que vio en Solferino se quedó con él toda su vida", añadió.
Movimiento global
Los delegados del CICR que están en Solferino para conmemorar el aniversario tienen sus propias historias de los "Solferinos" modernos.Susannah Swann estaba en Ruanda durante el genocidio de 1994."En un momento hubo un avance sobre Kigali y cayó el gobierno", relató.
"La población comenzó a huir, había cientos de miles de personas en las carreteras. Era el caos y los heridos caían en los costados y los niños perdían a sus familias", agregó."Era casi surreal estar en medio de este inmenso caos e intentar proveer agua y medicinas y ayudar a los niños que se encontraban solos", dijo.
Otro caso es el de Philippe Spoeri, que estaba en Kabul, la capital de Afganistán. Cuenta su historia con una risa seca aunque lo que relata es realmente serio."En 1998 era el coordinador de protección y tuve que supervisar un intercambio de prisioneros entre los talibanes y la Alianza del Norte", afirmó.
"Era la primera vez que se producía algo así, 100 prisioneros a cambio de otros 100. Así que fuimos al frente y había miles de milicianos talibanes. Me dijeron: 'tienes que ir a ese valle y recoger a los prisioneros'", contó."El valle estaba minado y nos dispararon cuando estábamos en camino, pero al final lo conseguimos", dijo Spoeri.
Ideales relevantes
Uno de los mayores retos que afronta hoy la Cruz Roja es el cambio enorme que se ha producido en la naturaleza de los conflictos en los últimos 150 años.En Solferino sólo hubo una baja civil, mientras que ahora se estima que el 90% de las víctimas son civiles.
Sin embargo, Jacques Moreillon, delegado del CICR que visitó a Nelson Mandela cuando estuvo en prisión, cree que los ideales de Dunant siguen siendo relevantes hoy en día."No creo que Dunant pensó entonces en los civiles o en los detenidos políticos. Pero los principios básicos siguen siendo los mismos, un enemigo caído ya no es un enemigo: un soldado herido ha perdido su nacionalidad", afirmó Moreillon.
"Como dijeron las mujeres cuando cuidaban a los heridos en la iglesia de Castiglione, 'sono tutti fretelli', todos somos hermanos. Y la Cruz Roja sigue siendo eso hoy en día".
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